1.1 La bioética y la educación médica
En los países desarrollados, la educación ética se reconoce cada vez más como un componente crucial en la formación de los profesionales médicos (7,8). Esta educación es esencial para enseñar a los prestadores de servicios de salud cómo ejercer apropiadamente su profesión y cumplir con las obligaciones de códigos éticos en evolución en un entorno de práctica cada vez más complejo. Se ha observado una tendencia notable en el aumento del énfasis en la incorporación de la formación en la competencia cultural en la educación médica, como se ve en las actuales directrices de acreditación de los programas de formación profesional de varias facultades de medicina del primer mundo (7,9).
Los profesores y alumnos deben demostrar un entendimiento de la manera en que las personas de diversas culturas y sistemas de creencias perciben la salud y la enfermedad y responden a diversos síntomas, enfermedades y tratamientos. Los alumnos de medicina deben aprender a reconocer y abordar apropiadamente los sesgos de género y culturales en sí mismos y en otros, y en el proceso de prestación de la atención de salud. Las facultades de medicina deben enseñar ética médica y valores humanos, y requerir a sus alumnos para exhibir principios éticos escrupulosos en el cuidado de los pacientes, y en relación con las familias de los pacientes y a otros involucrados en la atención del paciente.
Aunque la educación en ética y profesionalismo es recomendada por los organismos acreditadores, la manera en la que se realiza esta educación se deja a criterio de la institución educativa. Es tal vez ingenuo suponer que cuando un alumno de medicina a lo largo de su educación profesional, el conocimiento fundamental y la habilidad médica que adquieren en la facultad y la formación de posgrado se basan exclusivamente en la ciencia sólida e imparcial. La realidad es que el médico en formación desarrolla su repertorio clínico en gran medida bajo la influencia de los comportamientos, tanto buenos como malos, que observan en sus mentores, colegas y otras personas con las que interactúan durante su educación.
Las facultades de medicina y los programas de residencia médica reconocen cada vez más que la educación en el profesionalismo médico y la ética, aunque se enseña clásicamente a través de clases magistrales, es quizás mejor transmitida a través de las relaciones de mentoría en el entorno clínico desarrollado dentro de los programas de estudios (9). Asimismo, distintas organizaciones profesionales enfatizan la ética y la competencia cultural como principales principios de la educación de prestadores de servicios de salud (8). Hay un reconocimiento uniforme de que el respeto por el paciente y el compromiso con la educación de los principios éticos fundamentales es primordial para la formación de todos los profesionales de la atención de la salud (10,11).