Crisis en la educación universitaria – Parte 1

Educación
Docencia
Autor/a

Alcides Chaux

Fecha de publicación

30 de noviembre de 2023


En el contexto actual, marcado por avances vertiginosos en ciencia y tecnología, resulta imperativo replantear los enfoques de la educación universitaria.

La metodología de «apunte-examen» y el enfoque tradicional de pasar exámenes para aprobar, se quedan cortos frente a las demandas del mundo laboral moderno. Es un hecho que superar una asignatura no garantiza necesariamente que el estudiante haya adquirido los conocimientos y habilidades esenciales para un desempeño profesional competente.

Con frecuencia, nos encontramos con profesionales recién graduados que, pese a su formación académica de 4 a 6 años, carecen de las habilidades prácticas requeridas en el ámbito laboral. Se enfrentan al reto de iniciar desde cero su entrenamiento práctico o se ven obligados a desempeñar sus funciones de manera mediocre. Este fenómeno, en parte, se debe a programas universitarios que desarrollan sus contenidos de manera desvinculada de la práctica profesional real.

La formación universitaria, por tanto, debe ir más allá de la teoría y preparar de manera efectiva a los estudiantes para su incursión en el mundo laboral. Actualmente, la educación superior a menudo representa una pérdida de tiempo y recursos, debido a un enfoque educativo ineficiente que prioriza la evaluación sumativa y la cuantificación del aprendizaje. Este sistema fomenta profesionales que son expertos en superar exámenes, pero deficientes en habilidades críticas y operativas.

Se observa una sobrevaloración de la memorización de datos, en detrimento del desarrollo de habilidades metacognitivas, estrategias operativas y resolución de problemas. Además, se ignoran los aspectos sociales y culturales, intentando adoptar ciencia y tecnología sin una adecuada adaptación local. La metodología educativa se centra en una transferencia pasiva de información, condicionando a los estudiantes a un sistema conductista sin motivación adecuada. Esto lleva a una disminución de la capacidad autoevaluativa de los estudiantes y a una aceptación acrítica de la información.

Ante esta crisis en la educación universitaria, se hace necesario analizar en profundidad las fallas del sistema educativo que han llevado a esta situación. En esta serie de artículos, basándome en mis 20 años de experiencia docente en universidades tanto públicas como privadas, examinaré los defectos del sistema y propondré soluciones y estrategias de mejora. Mi objetivo es alcanzar a suficientes personas para generar un cambio significativo. Este cambio será posible solo cuando todos los implicados en la educación universitaria - docentes, estudiantes y personal de apoyo - decidamos romper con la mediocridad y nos comprometamos con una formación de excelencia, buscando construir una sociedad más justa, inclusiva y humanitaria.

Repensando el rol de los exámenes

En el actual escenario educativo, los estudiantes se encuentran inmersos en una cultura obsesionada con las calificaciones, en la que el cálculo de puntos se convierte en el foco principal. Esta preocupación por las notas eclipsa una consideración crucial: la relevancia de los conocimientos adquiridos para su futuro profesional. Rara vez se reflexiona sobre cómo el dominio de un tema específico puede impactar en su desempeño laboral. En lugar de esto, la atención se centra en cuántos puntos se han logrado y si se ha aprobado o no el examen. Como educador, he presenciado innumerables disputas por puntos, con estudiantes discutiendo tenazmente sobre los detalles de sus exámenes en un esfuerzo por obtener la calificación deseada.

Esta actitud es el resultado directo de un sistema educativo que promueve la «promoción basada en el puntaje mínimo». Este enfoque motiva a los estudiantes a enfocarse exclusivamente en acumular los puntos necesarios para aprobar, sin un interés real en retener o comprender a fondo los contenidos. En este modelo, no hay un seguimiento constante del progreso del estudiante; se asume que una vez aprobado un módulo, se ha aprendido lo suficiente. Es imperativo abandonar esta ilusión, muchas veces mantenida por la complacencia o negligencia del docente, que se conforma con la mera transmisión de contenidos. No podemos seguir asumiendo que aprobar un examen es sinónimo de una educación efectiva.

La obsesión de los estudiantes por los puntos y medias fracciones es síntoma de un sistema de aprendizaje deficiente, y los docentes son los principales responsables de este fenómeno. Al convertir el examen en el eje central del programa educativo, se prioriza la aprobación por encima del aprendizaje significativo. Como resultado, los alumnos se dedican a estudiar intensivamente solo antes de los exámenes, a menudo abrumándose con información que luego se desvanece una vez que la presión del examen ha pasado. Esta metodología es extremadamente ineficaz; el esfuerzo de última hora puede ayudar a aprobar un examen, pero rara vez conduce a un aprendizaje duradero.

Con el examen como foco principal, los contenidos no se integran de manera efectiva en un marco evolutivo de desarrollo del conocimiento. La información se fragmenta. Se pierden (o nunca se establecen) las conexiones esenciales para la consolidación del conocimiento. El estudiante avanza de un tema a otro, terminando el curso con una comprensión superficial del material. Una «idea general» es insuficiente. Si el aprendizaje de los contenidos no sirve como fundamento para el desarrollo de habilidades permanentes, se convierte en una mera pérdida de tiempo y esfuerzo.

Por lo tanto, es esencial replantear el papel de los exámenes en la educación universitaria, buscando estrategias que promuevan un aprendizaje integral y significativo, más allá de la simple acumulación de puntos para aprobar.

Repensando la evaluación por opción múltiple

La evaluación a través de preguntas de opción múltiple es una herramienta común en el ámbito educativo, reconocida por su eficiencia y practicidad al medir el progreso cognitivo de los estudiantes. Sin embargo, la dependencia excesiva de este método como único o principal instrumento de evaluación es preocupante, especialmente en contextos donde se requiere un razonamiento práctico y complejo. En la vida real y en el ámbito profesional, rara vez nos encontramos con situaciones donde existe una única respuesta correcta. En cambio, las circunstancias suelen presentar una gama de soluciones y enfoques viables, cada uno con su propio mérito.

El modelo de la «única respuesta correcta» puede limitar la exploración de estrategias alternativas y obstaculizar el desarrollo de la capacidad asociativa y crítica del estudiante. Este enfoque puede reducir la educación a una forma de adoctrinamiento, donde la flexibilidad y el pensamiento crítico son sacrificados en favor de la conformidad. Además, las diferencias subjetivas en la interpretación de las preguntas de opción múltiple a menudo conducen a disputas, generalmente resueltas por la imposición autoritaria de una respuesta por parte del docente, lo que puede resultar confuso y frustrante para los estudiantes, especialmente cuando la «única respuesta» carece de una base científica sólida.

Otro inconveniente de este método es su tendencia a fomentar un aprendizaje basado en la memorización. La simple retención de datos se convierte en la estrategia preferida para pasar los exámenes, en lugar de comprender y aplicar el conocimiento de manera significativa. Esto crea una brecha entre los estudiantes que realmente han internalizado y comprendido la información y aquellos que han memorizado los datos superficialmente.

Un aspecto aún más preocupante es la práctica común entre los estudiantes de prepararse para exámenes mediante la revisión de pruebas anteriores, a menudo plagadas de respuestas desactualizadas y conceptos obsoletos. La perpetuación de este sistema por parte de los docentes, ya sea por reciclar preguntas antiguas o por transcribirlas sin revisión crítica, agrava el problema.

En conclusión, el éxito en un examen de opción múltiple no garantiza de manera fiable la adquisición de conocimientos profundos o habilidades prácticas, y menos aún un aprendizaje verdaderamente útil. Si esta tendencia persiste, el resultado será la formación de estudiantes que son meramente eficientes en aprobar exámenes, en lugar de desarrollarlos como profesionales competentes y pensadores críticos. Es esencial reconsiderar y diversificar nuestras metodologías de evaluación en la educación universitaria para fomentar un aprendizaje más integral y aplicado.

Ampliando horizontes: Más allá del «libro base»

En muchos programas educativos, la dependencia de un «libro base» como guía principal para el aprendizaje restringe significativamente el desarrollo intelectual del estudiante. Este enfoque convierte la educación en un proceso confinado, limitando la exposición del alumno a un rango estrecho de perspectivas y conocimientos. Tal como se dice, más peligroso que no leer ningún libro es leer solo uno. El uso de un único libro de texto como piedra angular del programa de estudios no solo es insuficiente, sino que puede ser contraproducente en el actual panorama de la información científica y tecnológica, que avanza a un ritmo sin precedentes.

Los libros de texto, aunque útiles, a menudo contienen información que, aunque bien establecida, puede haber sido superada por descubrimientos recientes. Confiar exclusivamente en un solo libro para orientar un programa de estudios encierra al alumno en una única perspectiva, limitando su capacidad para desarrollar un pensamiento crítico y para apreciar la diversidad y complejidad del conocimiento actual. Este enfoque unidimensional ignora la vasta y rica gama de conocimientos emergentes de investigaciones continuas y avances en el campo.

Si bien los conocimientos básicos pueden adquirirse de un libro de texto estándar, es esencial reconocer que esto solo debe ser el punto de partida en el proceso educativo. Limitarse a un solo texto y considerar su dominio como suficiente para un aprendizaje completo es un grave error. La verdadera educación debe ir más allá, fomentando la exploración de múltiples fuentes y perspectivas para enriquecer y profundizar la comprensión del estudiante.

El desafío para los educadores y programas académicos es incorporar una variedad de materiales y recursos, incluyendo estudios de casos actuales, investigaciones recientes, y diversas fuentes teóricas y prácticas. Esto permitirá a los estudiantes construir una comprensión más robusta y multidimensional de su campo de estudio, preparándolos mejor para el mundo dinámico y en constante cambio en el que vivirán y trabajarán. La educación debe ser un proceso de descubrimiento continuo, donde el aprendizaje es una exploración activa y no la mera absorción de información de una única fuente.

Conclusiones

Al concluir este primer artículo de nuestra serie sobre la crisis en la educación universitaria, hemos arrojado luz sobre tres fallos críticos del sistema educativo actual. Hemos explorado cómo la centralidad del examen en los programas de estudios, la prevalencia de un sistema de evaluación basado en «una única respuesta correcta», y la dependencia excesiva de un «libro base» para la lectura del programa limitan profundamente el desarrollo educativo y profesional de los estudiantes.

Estos problemas subyacentes en la educación universitaria no solo comprometen la calidad del aprendizaje, sino que también plantean serios cuestionamientos sobre la preparación de los estudiantes para el mundo laboral y sus capacidades para enfrentar desafíos reales y complejos en sus respectivas profesiones.

En la segunda entrada de la serie, profundizaremos en otros cuatro aspectos críticos que contribuyen a la crisis educativa: la transmisión pasiva de la información, la ausencia de una retroalimentación efectiva, el desafío de manejar un número excesivo de estudiantes por clase, y las dificultades derivadas del crecimiento y la especialización excesiva del contenido programático. Estos elementos adicionales proporcionarán una comprensión más completa de los desafíos que enfrenta la educación universitaria y sentarán las bases para discutir soluciones y estrategias de reforma.

Nuestro objetivo final es fomentar un debate constructivo y proponer cambios significativos que puedan llevar a una transformación real y efectiva en la educación universitaria. Esta serie busca ser un catalizador para el cambio, invitando a educadores, estudiantes y administradores académicos a unirse en el esfuerzo por crear un sistema educativo más dinámico, inclusivo y efectivo, capaz de preparar a los estudiantes no solo para aprobar exámenes, sino para triunfar en un mundo en constante evolución.

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